15 Jan
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     Mucho hemos oído hablar de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) o quizá sepamos de alguien que los haya sufrido. Su prevalencia es significativa ya que puede ser común en muchas mujeres, hombres, niñas, niños y adolescentes. Dentro de la familia es un tema que puede generar mucho malestar, pues la identificación de esta problemática abarca su complejidad multifactorial y multicausal.

¿Qué es lo que entendemos por TCA?

     Un trastorno hace referencia a un conjunto de síntomas, conductas de riesgo y signos que pueden presentarse en diferentes contextos o entornos del individuo y con distintos niveles de severidad; no se refiere a un síntoma aislado ni a un solo contexto específico claramente establecido. Los trastornos de la conducta alimentaria, por tanto, se refieren a la ingesta calórica deficitaria por parte de una persona respecto a sus requerimientos nutricionales, sea por exceso o por déficit para funcionar de acuerdo con su edad, estatura, ritmo de vida, etc.

     El ciclo del desarrollo humano se presenta a lo largo de la vida y con ello, la alimentación juega un rol decisivo durante la infancia y la adolescencia, con lo cual resulta significativo que podamos distinguir entre estas etapas del proceso de alimentación y los TCA.

     A partir de las edades escolares iniciales, entre los primeros años de vida, los niños comienzan poco a poco a probar los alimentos que les vamos ofreciendo y eventualmente con mayor independencia se van estableciendo sus gustos, con lo cual pueden escoger los alimentos que quieren comer. El consumo de diferentes alimentos les permite poder distinguir entre diferentes sabores, texturas, y colores que puedan satisfacer su apetito, así como sus necesidades energéticas. Durante el crecimiento pueden establecerse períodos de rechazo hacia alimentos que previamente ya consumía, así como con alimentos nuevos que nunca ha comido o visto, en muchas ocasiones resulta en cambios y modificaciones en sus gustos, no obstante, se establece la posibilidad de repetir su presentación a lo largo del tiempo, o complementarlo con otros alimentos.

     En este sentido, siempre será un factor importante considerar la cultura donde el niño, niña o adolescente está inserto ya que esto también presentará diferencias en cómo los niños reciben y establecen sus gustos y rutinas alimentarias; un niño criado bajo una familia italiana tendrá una alimentación distinta de un niño donde su familia tenga orígenes asiáticos. También será significativo que podamos distinguir los TCA en NNA de aquellos que presenten alteraciones en el neurodesarrollo ya que pueden presentar disminución del apetito por dificultades sensoriales con ciertas texturas o sabores.

¿A qué señales debemos estar alerta?

     Con los TCA en los NNA las señales físicas y comportamientos asociados serán la clave de alerta que nos permitirá orientar a los niños, niñas y adolescentes para acompañarlos en sus dificultades asociadas a la conducta alimentaria. En el caso de la anorexia y el trastorno restrictivo en la ingesta, lo más visible es la acelerada reducción de peso, que puede conducir a la delgadez extrema y a la desnutrición; ésta se refleja en la piel reseca, las uñas quebradizas, el debilitamiento o la caída del cabello y la intolerancia al frío. Por otro lado, con la bulimia y los trastornos por purgas y atracones, estos suelen ser más difíciles de detectar debido a que los atracones y las purgas se hacen en secreto y no necesariamente se observará una acelerada pérdida de peso. En el caso de quienes vomitan es necesario buscar signos físicos como lesiones o pérdida del esmalte dentario y laceraciones en la faringe producto de los dedos utilizados para provocar el vómito.

     Otros signos de alerta a tomar en consideración desde el área emocional se relacionan con la posibilidad de aislamiento social demostrando mayor irritabilidad, malhumor y con frecuencia sentimientos de culpa ligados a la ingesta alimentaria. Se puede observar la presencia a su vez de ansiedad, impulsividad e inestabilidad emocional ligada a la percepción e imagen del cuerpo. A veces estas sensaciones, sentimientos y emociones se exacerban cerca de las horas de comida, con lo cual es visible la permanente preocupación y miedo intenso por la posibilidad del aumento de peso. Dentro del entorno social también es visible la dificultad con la imagen corporal, donde se puede observar la constante crítica a la gordura, así como la importancia que le dan a los demás respecto a sus propios cuerpos. Se observa cómo los NNA pueden recurrir a los otros en busca de aseguramiento y corroboración constante en relación con su cuerpo y peso.

¿A qué signos y señales debemos como cuidadores estar alertas con los NNA?:

  • Si tu hijo o hija presenta excesiva preocupación por el peso o la percepción de “estar gordos”, pese a que tiene un peso normal.
  • Si comienza a restringir la alimentación (se salta comidas, comen menos de lo adecuado a las horas de comida, dejan de comer algunos alimentos como aquellos que contienen carbohidratos o grasas, prefiriendo solo alimentos light).
  • Cuando evitan comer mediante otras conductas como tomar líquidos en forma excesiva, comen chicle permanentemente, se excusan de participar en las comidas familiares diciendo que ya comieron o se ausentan a la hora de las comidas.
  • Atención también si empiezan a contar las calorías de todo lo que comen.
  • Tienen atracones reiterados.
  • Presentan conductas sugerentes de que se están provocando vómitos (se levantan para ir al baño durante la comida o justo después de comer constantemente).
  • Realizan una excesiva cantidad de ejercicio.
  • Disminuyen o aumentan de peso de manera excesiva, muy rápida o abrupta.
  • Si presentan fluctuaciones de peso sustanciales.
  • Tienen alteraciones menstruales sin una causa clara en el caso de niñas y adolescentes.

¿Qué podemos hacer ante la sospecha?

     En principio es importante tener en cuenta que, para sospechar de un Trastorno de la Conducta Alimentaria o TCA en los NNA, han de darse la mayoría de estos signos en conjunto, y no de manera aislada, es decir, un solo signo no es suficiente para indicar que se presente o no un TCA, aun así, eso no quiere que no seamos precavidos y busquemos apoyo frente a la posibilidad del riesgo.

     Resultará significativo entonces recurrir a profesionales de la salud mental y física para en la posibilidad de resultar certero un diagnóstico se desarrolle un plan de acción que permita acompañar y dirigir al paciente, así como a la familia para mejorar la situación presente.

     Acompañar a quien experimente un TCA puede ser una experiencia desafiante para las familias y amigos, por ello el acompañamiento debe estar focalizado en la compresión, más que en el control. Usualmente los TCA son una señal de dificultades que van más allá de la comida y los hábitos en ella, por eso es importante que podamos ampliar nuestro rango de visión para acompañar lo que está detrás de esa obsesión con la comida.

     Para entonces poder prevenir la incidencia de trastornos de la conducta alimentaria, será importante que aprendamos a ser más cuidadosos con nuestras palabras y vocabulario para referirse respecto a los hábitos y rutinas alimentarias de otros, al igual que con la imagen corporal de otras personas. Podemos establecer límites y buscar soporte para nosotros mismos por igual si también lo requerimos.

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