Las hojas del bosque crujieron a su alrededor, alerta se volteo con cuidado para observar aquello que venía, lo que vio lo dejo impactado, y es que estaba demasiado abrumado para admitir que lo había arruinado.
Se puso de pie y comenzó a disculparse, pues era lo único que realmente podía hacer, sin embargo, ella no tenía eso en la cabeza, ya que sin pensarlo dos veces, siguió caminando hasta colocarse frente a él y besarlo. Ambos respondieron al acto con la misma necesidad de cariño y con ella misma se separaron. Sus ojos se encontraron y dijeron todo lo que hacía falta.
Aaron volvió a besarla, y esta vez, juntos se dejaron llevar. Ella coloco sus manos alrededor de su cuello, mientras que las manos de él subían y bajaban por su espalda baja. Todo lo que había a su alrededor quedó en el olvido, para sólo dejar cabida al placer y a la pasión, hasta la respiración paso a un segundo plano. Era como si sus labios estuvieran hechos el uno para el otro, y supieran el modo correcto de encajar, de danzar completamente unidos.
Quizás las cosas funcionan cuando deben hacerlo, quizás es sólo cuestión de tiempo –Pronunció Aaron con esos labios tan carnosos que tenía. Definitivamente sabia dar en el clavo con respecto a cómo me sentía, pero he de admitir que no estaba precisamente fascinada por su coeficiente intelectual, sino más bien, por esos labios que me llamaban a besarlos y morderlos como si no hubiera un mañana. Le sonreí con un descaro evidente, y él no tardo en comprender que para mí, ya la conversación había quedado en un segundo plano.
Esa es la increíble y radiante sonrisa en la que pienso cada vez que cierro los ojos –Me dice colocando sus manos en mis caderas y acercándome a su pecho todo lo que le permiten nuestros cuerpos. No puedo evitar apenarme, bajo la mirada, y un segundo después no puedo evitar volver a sonreír y subir la mirada para encontrarme con su rostro que me sonríe de vuelta, ofreciéndome un dulce beso, seguido de caricias propiciadas por sus manos.