Lo efímero se refiere a aquello que dura por un período muy corto de tiempo. Es lo fugaz, lo pasajero, lo momentáneo y lo fluyente.
Para muchos, lo efímero y cambiante representa un obstáculo, pues impide percibir correctamente la realidad, la esencia. Se entiende que este obstáculo debe superarse con esfuerzo, para pasar de la apariencia de lo cambiante a lo que está detrás de ello, es decir de lo efímero a lo permanente, o del devenir al ser.
Lo efímero puede asociarse con lo que se mueve, con lo que se renueva, lo que no es duradero, y especialmente lo que es nuevo pero inestable.
Para Diels-Katz lo efímero alude al fuego siempre viviente, que se alimenta con su propia consunción, "su ser no es algo ya hecho, sino un ir siendo (ir haciéndose) que es, a la vez, 'ir dejando de ser*, como el joven lo es dejando de ser joven. El fuego se hace al arder, a ese mismo arder que lo deshace o consume; es en la medida en que deja de ser (lo que era), o, lo mismo visto en contrarío, su ir dejando de ser es lo que le hace ser".
Suena muy enredado, pero les prometo que cobra sentido cuando comprendes que lo efímero y lo permanente realmente se pueden considerar uno y otro como las dos caras de una misma realidad.
Sí lo efímero, del griego ephemeros, es inicialmente lo 'que sólo dura un día' (derivado de heméra, día), lo permanente, del latín permanera es 'lo que se mantiene sin mutación en un mismo lugar, estado o calidad'. De modo tal que, lo efímero por excelencia, el patrón mismo de lo que es efímero, sería el Sol, ya que es él quien crea el día y la sucesión de los días. Pero el Sol es, al mismo tiempo, no solo el paradigma de lo efímero, sino también de lo permanente. Algo que observó bien el filósofo Herádito, uno de cuyos fragmentos conservados dice así: "nuevo cada día el sol, y siempre el mismo”.
La afirmación de que todo lo aparentemente estable puede ser en realidad efímero, aparece claramente cuando se adopta la perspectiva temporal adecuada. Es como cuando ves imágenes fotográficas aceleradas que muestran el desplegarse de una flor, el crecer de una planta u otro ser vivo, es a partir de esto que es posible darnos cuenta que se están moviendo y cambiando constantemente, aunque no lo percibamos en el día a día de nuestra cotidianidad.
Aquí es donde nos damos cuenta del carácter efímero o permanente de un suceso o fenómeno de nuestra vida. Cuántas transformaciones vivimos a diario que damos por sentado, cuantas modificaciones leves, insignificantes, imperceptibles al observador ignoramos a pesar de saber que ello no las hace menos reales y prolongadas. Lo único permanente es el fluir de las cosas, el movimiento continuo.