En la medida en que vamos creciendo, así como iniciamos proyectos y etapas, cada una de ellos tiene también un final y un cierre respectivo. Así como dejamos la niñez para entrar en la adolescencia, por igual, nos graduamos del colegio para ingresar a la universidad.
Cada etapa y experiencia que vivimos nos otorga aprendizaje, nos permite avanzar y crecer individualmente.
Todo comienza con el inicio, que es aquel nos da el primer arranque, el primer paso para lograr nuestros objetivos y metas. Posteriormente, llegan entonces los cierres que nos permiten hacer un recuento de todo lo experienciado, sea agradable o desagradable, todo aquello que compuso la experiencia vivida.
El cierre está ligado a varios elementos como la añoranza, que nos facilita comprender que el recuerdo que tenemos de una experiencia previa prevalece con nosotros para visualizar el comienzo de otra experiencia o proyecto. Lo que aprendiste y a quienes conociste quedan contigo tanto como para ti sea significativo.
Hacer cierres con personas y nuestras experiencias previas es vital para avanzar y crecer. Ahora, entre hacerlo y decirlo hay una diferencia importante, pasar de darte cuenta a desarrollar la acción no es inmediato, pues usualmente nos lleva a hacer contacto con emociones displacenteras. Es el típico “estoy feliz por ti, pero te voy a extrañar mucho”, claro que viene con mucho cariño pero también está cargado de dolor y tristeza por la pérdida.
Hay etapas que son más significativas que otras, que ameritan cierres con mayor carga de recuerdos, que movilizan la energía y la acción para finalizarlo. Todavía recuerdo cuando decidí que ya estaba grande para jugar con Barbies y realice mi cierre con ellas jugando por última vez antes de donarlas a la guardería de mi tía.
Para mi las despedidas y cierres son bastante agridulces, claro que fue significativo, claro que aprendiste y disfrutaste, pero también ahora dejarlo es volver a salir de tu zona de confort y prepararte para lo que se viene para ti.