En la actualidad los problemas de conducta en la infancia y la adolescencia constituyen uno de los motivos más frecuentes por los que los padres asisten a consulta. Por ello, vale la salvedad de distinguir entre distintos tipos de conductas que presentan los chamos y algunas recomendaciones para abordarlo.
Una rabieta o pataleta es una forma inmadura de expresar ira o enojo, es una demostración explícita y explosiva de un malestar, de un desacuerdo, sea este importante o no a ojos de quien contempla la expresión.
Es natural que cuando aparezcan frustraciones en los niños, ocurran estas expresiones afectivas con poco o ningún control emocional, pues a medida que nos vamos haciendo mayores vamos aprendiendo a canalizar la rabia y los enfados, vamos comprendiendo más nuestro entorno y el por qué a veces las cosas no son como esperamos y/o como queríamos, ocurre también que aprendemos a no demostrar muchas de las cosas que sentimos porque parece ser que no está bien visto, aun cuando rabietas las tenemos todos, niños y adultos.
En este sentido, lo mejor que podemos hacer es fomentar la expresión emocional asertiva, permitirles expresar y vivenciar lo agradable y lo desagradable, propiciando encuentros posteriores de reflexión que les posibiliten comprender y accionar hacia otras opciones de respuesta y reacción frente a la frustración.
Las expresiones afectivas son una manifestación de la sinceridad del niño, pues está confiando sus sentimientos y sus emociones en el otro, por ello resulta vital aceptarlo. Ponernos de su parte sin traspasar los límites de las figuras de autoridad, vivenciar con ellos la frustración, ser realmente sus cómplices en un momento amargo será la mejor manera para que vayan comprendiendo el mundo.
“Comprender el mundo les permitirá regularse emocionalmente, darle un lugar y un afecto a cada evento y situación que ocurre en sus vidas asertivamente”
Por otro lado, las conductas disruptivas implican una limitación o alteración en el desarrollo evolutivo del niño, dificultando su aprendizaje para el desarrollo de relaciones sociales adaptativas, tanto con adultos como con sus iguales. Son conductas que se desarrollan a través de la negación o el desafío ante la demanda de sus progenitores u otros adultos (profesores, abuelos, etc.).
También son entendidas como aquellas conductas asociadas a la desobediencia, el desconocimiento de los límites y el incumplimiento de normas y/o reglas establecidas. Actuaciones o comportamientos considerados disociales debido a que difieren de las pautas de conductas y valores sociales aceptados.
Existen una serie de factores de riesgo que favorecen la aparición y desarrollo de estas conductas disruptivas, como la exposición a la violencia, antecedentes familiares de enfermedad mental o abuso de sustancias, violencia doméstica, sufrimiento de abuso y/o negligencia y estilos de crianza deficientes o inconsistentes. Un entorno que no sea capaz de otorgar amor y límites claros y precisos, favorecerá su presencia.
Al igual que con las rabietas y pataletas, debemos seguir apostando por fomentar la expresión emocional asertiva, no obstante, aquí también será importante desarrollar la comunicación asertiva y mantener un solo discurso en cuanto al cumplimiento de normas y límites.
Para trabajar y obtener avances significativos en el mejoramiento y extinción de conductas disruptivas, rabietas y pataletas, es importantísimo la consonancia de nuestras acciones y reacciones emocionales como adultos. Si nosotros nos saltamos las reglas, guardamos nuestras emociones y les restamos valor, lo mismo harán los chamos. Ser más cónsonos y auténticos será la clave.