Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades médicas graves que van más allá de lo físico. Aunque a menudo se asocian con alteraciones en la alimentación y el peso, estos trastornos también tienen un profundo impacto en la salud mental y emocional de las personas que los padecen.
En el mundo actual globalizado y mediatizado, las medidas corporales de la belleza son universales, como el reconocido 240 y 90-60-90, medidas creadas en el imaginario colectivo como “perfectas” para que la mujer participe en reinados de belleza. La televisión y los medios de comunicación han resaltado el éxito de las mujeres delgadas, al igual que aquellas dignas de participar en representaciones satíricas, cómicas o tiernas que no cumplen con el perfil de belleza delgado.
Se percibe un culto al cuerpo y al mismo tiempo surgen inquietudes por conocer cómo esto se ha convertido en un estilo de vida que ha intentando destacar que el cuerpo sea lo más representativo del ser humano, cómo se ve o cómo luce, pareciera trascender más allá de cómo se siente o cómo se es.
A menudo, el enfoque principal cuando se habla de los TCA se refiere a la apariencia física. Sin embargo, hay una batalla oculta que se libra en el interior de la persona que sufre de cualquiera de estos trastornos. Las personas que sufren de estos trastornos a menudo tienen una percepción distorsionada de su propio cuerpo y sienten una presión constante para alcanzar un ideal de belleza inalcanzable. Esta obsesión por la apariencia física puede consumir sus pensamientos y afectar negativamente su salud mental y emocional.
El personaje de Lia en Wintergirls de Laurie Halse Handerson, describe su proceso con la anorexia como “Tienes tantos años haciéndolo que no sabes cómo detenerlo”; “Es tanto dolor, que no cabría la inmensidad del océano”; “Necesitas sentir el control dentro de ti”; “Ves lo que no es”; “Un estándar demasiado elevado”; “Es un proceso lento, complejo y espinoso”.
Lo cierto es que este tipo de trastornos amerita atención multidisciplinaria, pues no remonta a elementos del cuerpo nada más, sino que habla de imagen corporal, nutrición, relación con la comida, creencias que benefician y/o perjudican al individuo que lo padece. Los TCA son multifactoriales, lo cual implica la incidencia de factores de diferentes índoles (sociales, familiares, genéticos, entre otros) que condicionan pudiendo mejorar y/o entorpecer los procesos individuales de cada paciente, cada niño, niña, adolescente, cada mujer, cada hombre, cada individuo.
Hay un gran estigma alrededor de los TCA que se ha venido desarrollando a partir de los comentarios que podemos hacer sobre el cuerpo del otro con base a nuestro propio juicio y creencias, sin tomar en cuenta que la experiencia del mismo siempre ha sido y será diferente a la nuestra; realizando comentarios como “solo tienes que comer un poco más” o “si hicieras más ejercicio te podrías quitar esos kilos de encima que te sobran”. A veces desvalorizamos el sentir que pueden tener otras personas sin darnos cuenta de las implicaciones que ello tendrá en el otro.
Estos trastornos pueden llevar a desarrollar una falsa sensación de control, se distorsiona la realidad del cuerpo propio buscando un ideal de perfección que siempre es inalcanzable, nunca es suficiente, se vuelve un ciclo de insatisfacción constante.
De acuerdo con la doctora Sandra Pineda, psicóloga de Horus (Centro para el Tratamiento de los TCA), más allá de perder peso, estas personas buscan tener el dominio de sí mismas, autonomía y posición sobre su cuerpo y sus vidas. “Buscan sacar, expedir o botar todo aquello que les molesta, es decir, ser anoréxico o bulímico es tener autocontrol de sus vidas” (Pineda, 2007).
La imagen corporal juega un papel crucial en el desarrollo y mantenimiento de este tipo de trastornos. Las personas que tienen una baja autoestima y una percepción negativa de su cuerpo pueden ser más propensas a desarrollarlos.
Acompañar a alguien que está experimentando un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) puede ser desafiante para las familias y amigos. Por lo tanto, el enfoque del acompañamiento debe centrarse en la comprensión, en lugar de en el control.
Generalmente, los TCA son una señal de dificultades que van más allá de la alimentación y los hábitos relacionados con ella. Por esta razón, es importante ampliar nuestra perspectiva para poder acompañar lo que está detrás de esa relación con la comida.
Para prevenir la incidencia de trastornos de la conducta alimentaria, es crucial que aprendamos a ser más cuidadosos con nuestras palabras y vocabulario al referirnos a los hábitos y rutinas alimentarias de otros, así como a la imagen corporal de las personas. También podemos establecer límites y buscar apoyo para nosotros mismos si lo necesitamos.